Thursday, March 18, 2010

La Esposa Immigrante

Vine a los Estados Unidos como una esposa inmigrante. Camine hacia el altar en una iglesia de Monterrey, México a las 10:00 de la mañana. Presidí un sencillo coctel medio día forrada en un vestido blanco con tremendos vuelos. Me despedí de mis padres, hermanos y familiares a las 3:00 de la tarde y salimos al aeropuerto internacional Mariano Escobedo, mi marido y yo.

Todavía con el maquillaje, y el peinado alto de horas antes, llegue al aeropuerto de Phoenix, Arizona a las 10:00 de la noche, dispuesta a poner mi vida en una ruta diferente a la que había hasta ese momento tomado. Se sintió de repente como tirar un juego de azar.

Esto fue el inicio de mi vida en los Estados Unidos de América.

Mi conocimiento del idioma, las costumbres y reglas era más teórico que practico. Nunca había tenido los recursos económicos suficientes para viajar más allá de ir un par de veces de compras a la frontera con Texas. Mis planes hubieran sido de estar un tiempo, pulir mi conocimiento del inglés y al término de los estudios de maestría de mi esposo, regresar a México.

Nunca hubiera imaginado que, 18 años después, estaría todavía viviendo aquí, que mi marido y yo seriáramos ciudadanos de este país, que tendría hijos México-americanos, chicanos, y que estaría luchando por lograr el cambio en las leyes inmigratorias de mi país adoptado.

Mis planes eran de no buscar ni liderazgo ni notoriedad. Mis planes eran de volar bajo el radar, convencida de mi desventaja como inmigrante. Pero la vida está llena de sorpresas…y oportunidades.

Durante años seguí pasivamente el drama que se desarrolla a cada instante en los Estados Unidos. Las muertes de aquellos que tratan de cruzar ilegalmente por el desierto o el Rio Grande, las condiciones de trabajo de los indocumentados, el abuso al que son tantas veces sometidos, las historias de los inmigrantes que perturbaban mi consciencia pero que aun veía muy lejanos de mi entorno. Por más que se sienta injusto, ¿qué puede hacer uno, para parar fuerzas socioeconómicas, los fenómenos sociales?

Con el tiempo mi marido comenzó a adentrarse a otras realidades. Todo comenzó al ofrecer su tiempo como mentor y guía de estudiantes en una escuela de educación media en el área oeste de Phoenix. El deseaba transmitir el mensaje a estos jóvenes de que existían profesionales, ingenieros como él, de origen Hispano. Esa, como muchas escuelas de Phoenix tiene un porcentaje alto de estudiantes inmigrantes, de mayoría Hispana y todos de bajos recursos. “No importa que tan estudiosos, inteligentes y dedicados estos estudiantes son, lo único que les espera son trabajos de labor manual” empezó a decir a todos aquellos que quisieran oír. Yo empecé a conocer a través de él la realidad de los jóvenes inmigrantes con menos suerte que yo, que mi familia. Aquellos que necesitaban venir a este país para buscar con desesperación una vida mejor y que en muchos casos traían a sus pequeños de contrabando.

Esos pequeñitos que fueron cruzados ilegalmente a los Estados Unidos vinieron más o menos en la misma época en la que yo vine a vivir a Arizona. Finalmente nuestras vidas inmigrantes coincidirían.

La verdad es que en otros tiempos estos jovencitos venidos de esa manera hubiesen podido obtener una tarjeta verde, o “arreglar” su situación legal. Pero las leyes se han modificado paulatinamente y han cerrado todas las posibilidades desde tiempo atrás. Además las implicaciones de su situación son difíciles de imaginar para aquellos que no los conocen. El no tener un número de seguro social les impide trabajar legalmente, buscar apoyo financiero para estudiar mas allá de educación media y los expone a maltratos, encarcelamiento y a una humillante deportación a un país que muchos no recuerdan. Estos jóvenes se ven condenados a una vida de aspiraciones limitadas y a vivir en las sombras de la sociedad que los educó. Una variación moderna de la esclavitud.

En este ambiente tan negativo sólo una propuesta legislativa llamada DREAM Act podría abrir las puertas a la legalización de los jóvenes.

Lo desesperado de su situación y la falta de personas en una posición legal mas cómoda que hablara por aquellos que tienen miedo de alzar su voz por temor a ser deportados, me llevo a comprometerme a realizar al menos “una acción al día por el DREAM Act” hasta que se convirtió en un trabajo de tiempo completo para mí.

Pasé a ser de una esposa inmigrante viviendo en los suburbios, a una activista con otras metas, prioridades, e intereses. Mi interés se volcó en aquellos jóvenes inmigrantes sin oportunidad y legalmente vulnerables.

¿Cómo podría ahora encontrar propósito en las actividades típicas de la clase media americana, en decorar la casa, organizar reuniones sociales, cuando en cualquier momento uno de los estudiantes puede ser virtualmente tomado de las calles y encarcelado al ser descubierto su estatus legal?

Ahora, a casi veinte años de mi llegada a este país, me encuentro trabajando por cambiar la sociedad en la que vivo, para que acepte a estas hermosas jóvenes vidas, que bien son producto más preciado.

Es irónico que yo este luchando por el alma de este país, por su reputación como líder de los derechos humanos, yo que soy tan inadecuada, pero asumo esa responsabilidad con humildad y pasión. Un gran reto para cualquiera y más aun para una esposa inmigrante.


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